Por desgracia el lloro está mas asemejado a algo triste que algo alegre aunque hay muchos sentimientos que nos puede sacar esa lágrima, a veces más esas que esa.
Una buena noticia, como pudiera ser el nacimiento de un hijo/a, una pedida de matrimonio, aprobar algún estudio que tanto esfuerzo le dedicaste, si es cuantitativamente magnificente, se acoge con lágrimas en los ojos, cara semi-mustia y una amplia apertura de la boca pero, no es un mal, estás feliz, animoso, con gangas de más, de no parar, de que ese sentimiento inunde y aborde cada centímetro de tu cuerpo y no desaparezca nunca.
Por el contrario, una mala nueva, como por ejemplo una muerte de un ser querido, una ruptura, esa espinita de asignatura que intentas e intentas pero no apruebas, la soledad puede llegar a trasladar al individuo en un estado de sufrimiento interno que, como catalizador de alivio de tensión, se genera el lloro, un lloro que en ese momento no da ningún placer, sino que al contrario, genera más angustia, y el producto del lloro se intensifica en la mente, estremeciendo el cuerpo, helando el corazón.
Un intenso buen o mal recuerdo, puede afectar al individuo de formas que él mismo puede desconocer.
Constantemente tengo recuerdos dispares que inundan mi ser; solo pocos, por no decir insistentes son sobrecogedores de alegría, por lo en general son recuerdos ahogantes. Para mi un recuerdo ahogante no es mas que algo desagradable que ha ocurrido y que al recordarlo te genera tal angustia que se te entrecorta la respiración del fuerte lloro, ahogándote incluso la respiración. Ante la vida que me arrebató Azrael me sigue trayendo un gélido pesar cuando lo recuerdo.
Nunca olvidéis que llorar es necesario ya sea por lo bueno o por lo malo, alivia y ahoga, trae paz y angustia. Sabed llevarlas.



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