A veces, antes de llegar a la escuela, comenzaban las peleas dependiendo del día. Si el día había amanecido lluvioso, las ranitas se ponían locas de contentas. En cambio, a los perritos se les torcía el gesto.
—iYuuupú! ¡Menudo chapuzón nos vamos a dar en las charcas que la lluvia está formando! ¡Aaaah, qué frescor y bienestar siento! —decía una de las ranitas.
—¡Bah! Es día perdido para mí. ¡Me deprime tanto la lluvia! — respondía uno de los perritos.
Cuando el día amanecía soleado, ocurría todo lo contrario; los perritos no cabían en sí de gozo y las ranitas se sentían muy desdichadas, pues ya se imaginaban el calor y la sequedad agobiante que iban a torturarlas.
—iYuuupú! ¡Menudo chapuzón nos vamos a dar en las charcas que la lluvia está formando! ¡Aaaah, qué frescor y bienestar siento! —decía una de las ranitas.
—¡Bah! Es día perdido para mí. ¡Me deprime tanto la lluvia! — respondía uno de los perritos.
Cuando el día amanecía soleado, ocurría todo lo contrario; los perritos no cabían en sí de gozo y las ranitas se sentían muy desdichadas, pues ya se imaginaban el calor y la sequedad agobiante que iban a torturarlas.


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