lunes, 1 de agosto de 2011

La muerte: una experiencia inevitable

Cuando alguien se muere, te puedes sentir de mil maneras diferentes: cabreado, triste, decepcionado... Otras, no sabes ni cómo te sientes porque es un sentimiento que no has experimentado antes, y no sabes muy bien dónde puedes guardarlo dentro de los cajoncitos de tu mente.
Hay muchas personas que cuando saben que se están muriendo, echan la vista atrás y se dan cuenta de habían dado por echo que eso iba a durar para siempre... es el momento en el que se plantean por qué no habrán disfrutado como debían hacerlo. A veces se sienten tranquilos, pero la mayoría siente miedo por lo que vendrá después. Lo único que podemos hacer es acompañarles en ese paso de la vida a la muerte, sonriendo e intentando que dejen de tener miedo, dándoles todo el amor que les podamos dar.
Sin embargo, hay otras veces que todo ocurre repentinamente y todo esto cambia. En el preciso instante en el que esa persona muere, se encuentra solo.
Las personas que rodean al fallecido lloramos, es lo más común y, la verdad, lo más natural. Pero, en realidad, no lloramos por la persona que se va porque realmente ya se ha ido, sino que lloramos por nosotros mismos, los que nos quedamos aquí sin esa persona. Ese es el problema: nos ponemos a pensar en todo aquello que hemos pasado juntos, pero, sobre todo, pensamos en todo aquello que ya no podremos hacer. Lo que no hemos hecho es pararnos a pensar con el corazón que a esa persona no le gustaría vernos así porque, como cualquier persona que nos quiere, también sufre con nuestro dolor. Así que si lo pensamos de verdad, nadie quiere que el ha fallecido sufra, sino que se vaya en paz y con todo el amor del mundo, porque ese sufrimiento nuestro no es bueno para nadie.
¿El problema? Que esto en la teoría es muy fácil, lo complicado viene cuando hay que llevarlo a práctica.
Según los budistas, la única muerte que sucede es la del cuerpo. Solo es un paso más, un cambio de un estado del alma a otro. Así que una vez más, no tiene mucho sentido llorar a una materia ya muerta, pero el alma necesitará amor para seguir el camino.

Hoy, hemos acompañado al alma de un amigo en su camino hacia la paz y hacia el cambio que está sucediendo. Todos los que estábamos allí hemos cerrado los ojos y hemos imaginado que le acompañábamos por un camino hacia una luz. Sonrientes, le hemos dejado marchar en paz y con todo nuestro cariño, para que, vaya donde vaya, no lo haga solo.
Ahora, me siento tranquila porque sé que jamás estaremos solos, ni él ni nosotros.
Siempre será mejor recordarte con una sonrisa =)

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