miércoles, 19 de enero de 2011

Momentos Críticos I

No sólo de escenarios vive El Antídoto de la Víbora y estrenamos situaciones críticas, esperamos que os guste!!

Cuando un ser se pone en una situación crítica, llega a descubrir sentimientos que en sí desconocía que albergaba, odio ante una persona, tristeza ante una situación, gusto ante algo desconocido, amor ante algo o alguien, miedo ante algo descontrolado, etc.
¿Cómo reconocer que albergamos tales sentimientos si no nos ponemos en una situación crítica?¿Cómo podemos hacerlos relucir ante nosotros mismos, si ni siquiera sabemos que existen? No se puede, has de tener dicha situación crítica para conocerlos.
A la cabeza me vienen muchas situaciones críticas que he pasado a  lo largo de mi vida, no todas agradables, otras...indescriptibles con palabras o imágenes, pero...me acuerdo lo que es el temor de pérdida.

De infante era un chaval revoltoso de apenas 10 años de edad y mi hermano pequeño rondaba cerca de los 3, ambos junto con mis padres vivíamos en un pueblecito, típico pueblo con amplios descampados en los que los agricultores plantaban maíz, una iglesía antigua, unas calles centrales de adoquines y con unas fiestas patronales que duraban una semana. Las fiestas era lo más deseado de todo niño pequeño, con sus puestecitos de dardos y escopetas, puestos de dulce de caramelo, puestos de perritos calientes y hamburguesas, la banda de música y la discoteca rodante y como toda fiesta de pueblo español, sus toros. Montaban y desmontaban la plaza en tiempo record, en apenas un día ya estaba montada, una plaza de maderas rojizas con altura de más de diez metros, aunque para un niño pequeño como yo era pareciera un rascacielos.
Yo y mis compañeros de travesuras nunca pagábamos para entrar a la plaza, cuales monos en la selva trepábamos como podíamos dicha altura y veíamos los toros gratis, pero ese año algo cambió.
Mis padres me dieron un voto de confianza y me dijeron que me llevara a mi hermano a las fiestas, acepté sin ningún pudor, no pensaba que me influiría en "mis fiestas" el llevarme a mi hermano pequeño.
Al ponernos a trepar la plaza de toros hubo un problema, había que cargar como fuera con el pequeñín, entre unos y otros nos lo íbamos pasando como podíamos y habiendo llegado yo a lo alto de la plaza agarré su mano para darle el impulso final hasta la plaza. Pero no fue tan simple, con flaqueza en los brazos difícilmente podía ya aguantar el peso del crío, y veía que se iba a caer al suelo, veía mi imposibilidad de elevarle, veía que por mis travesuras se iba a matar estampado contra el suelo, mi momento crítico había llegado y no era miedo, era pavor por pensar que mi hermano iba a morir por un egoísmo mío.
Por suerte un brazo adulto agarró a mi hermano y lo subió, aún recuerdo mi imposibilidad de hablar ante el shock de pensar en lo que pudo haber ocurrido.
Nunca podré agradecerle a ese hombre lo suficiente que no sólo salvó a mi hermano, sino también una parte de mi alma!

No hay comentarios:

Publicar un comentario