jueves, 21 de marzo de 2013

La Maldición Tezuka

Da igual cuántos años tengas. Si has vivido una infancia normal una parte de ella la habrás pasado viendo dibujos japoneses, ya sea Marco o Heidi para los más mayores; Mazinger Z, Ulises 31 o Comando G para esos treintañeros que ya están al filo de los 40; Dragon Ball, los Caballeros del Zodiaco u Oliver y Benji para los que están a punto de sustituir a esos futuros cuarentones como grupo de consumo más interesante; Pokemon, Digimon, e Inazuma Eleven para los más jóvenes.

Y lo más probable es que cualquiera con un poco de curiosidad se habrá preguntado el motivo por el que se repetían siempre los planos, las bocas se movían solo tres veces -abierta, cerrada, abierta- cuando hablaban los personajes, que solían moverse muy poco mientras que era el escenario el que daba sensación de acción. El origen hay que buscarlo en el dibujante Osama Tezuka y la primera serie de animación japonesa de periocidad semanal: Astro Boy.

Osama Tezuka, llamado con toda razón el dios del manga, calificaba al cómic como su esposa pero a la animación como su amante. Su trabajo como dibujante había comenzado realizando tebeos pirata de las películas clásicas de Disney y aseguraba haber visto en el cine Blancanieves y Bambi 80 y 50 veces, respectivamente. Así que, cuando alguien le dio la alternativa para realizar una serie de animación sobre una de sus creaciones más famosas, la citada Astro Boy, Tezuka se lanzó a la piscina sin pensárselo. Para hacernos una idea, en 1963 la ToeiAnimation, la gran empresa japonesa de dibujos animados, tardaba 18 meses, con un presupuesto de 60 millones de yenes y un equipo de 200 a 300 personas, en realizar una película de 90 minutos. Tezuka aceptó realizar un capítulo semanal por unos 600.000 yenes, lo que viene a ser trabajar sabiendo que no vas a ganar dinero.


Tezuka contaba con paliar las pérdidas mediante la venta de sus mangas y la mercadotecnia asociada a la serie de Astro Boy. Contra todo pronóstico, el estudio de Tezuka fue capaz de producir un episodio semanal siguiendo principalmente una máxima: reducir al mínimo los fotogramas que debían dibujar. Así, se usaban capas separadas para mover piernas y brazos, dejando fijos los cuerpos, las escenas habituales, como Astro Boy volando a enfrentarse con algún malvado, eran reutilizadas hasta la saciedad, la boca se movía solo tres veces, los cortes eran de tres segundos para que no se notase lo pobre que era la animación, cuando los personajes andaban no se mostraban las piernas y era el escenario el que se deslizaba; para crear sensación de movimiento se realizaban zooms y paneos sobre dibujos fijos…

Con todas estas técnicas, el estudio fue capaz de crear episodios de media hora de duración dibujando solo 3.000 fotogramas por episodio, mientras que una animación de esa duración que use solo 13 fotogramas al segundo tiene unos 23.400 fotogramas, y logró paliar las pérdidas con la venta de pegatinas de los personajes para las chocolatinas Meiji. Las consecuencias del gran logro de Tezuka, un éxito en la televisión japonesa con un 30% de audiencia, perduraron en el tiempo. Se instauraron varias costumbres: coger personajes de manga para llevarlos a la animación y bajos presupuestos que llevan a una animación poco elaborada y a sacar beneficios, no con los dibujos en sí, sino con el merchandising asociado… Todo esto recibe el nombre en Japón de la Maldición de Tezuka. Y todos la hemos sufrido/disfrutado de pequeños.

|| Extraído de Brugalblog

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